28 enero 2013

CÉSAR ALURRALDE: "Sigo teniendo vergüenza de escribir. Siempre pienso que no llego a nadie"


 


El célebre escritor salteño, que además se desenvuelve en varias disciplinas artísticas, habló de literatura, de sus géneros literarios preferidos y de sus proyectos.

 

César Antonio Alurralde nació en Salta en 1930. Fue fundador del Coro Polifónico provincial, coordinador de la Comisión de Cultura de FERINOA, dirigente del Club de fútbol Juventud Antoniana, Director General de Administración del Ministerio de Economía, profesor en varios colegios secundarios, entre otras múltiples actividades. Algunos de sus libros son "Nubes al garete" (1978- poesía), "La casa de los sueños" y " Pájaros del Alba" (1981-poesia), "Cuentos breves" (1984-cuentos brevísimos), "Los Nadies" (1986 –cuentos)-, "Historia del Instituto Provincial de Seguros" (1986 –historia). Fue ganador por cuatro veces del Primer premio del Concurso Anual de la Dirección General de Cultura de la Provincia de Salta y también ganador, por cuatro veces, del Premio Latinoamericano de la Fundación Givre. Además, tiene otra treintena de premios convocados en Salta y otras provincias argentinas.  Hoy, a los 80 años y retirado de algunas de sus actividades (nunca de las artísticas, según él mismo explica), vive en una apacible casa, a unas cuadras nada más del Monumento al héroe gaucho salteño.
La mayoría de las producciones literarias de este autor sigue la línea de lo popular: las coplas, los haikus, los cuentos breves. Dice que lo que busca es llegar a la gente, y para eso se precisa evitar la dificultad  y permitir hacer sentir el poder de las palabras y de las historias, siempre mediante la musicalidad y el humor cotidiano.  


  • ¿Cómo descubre su vocación literaria?

Yo diría que he empezado copleando. Por ahí me regalan un libro, y en vez de agarrar el teléfono y decirle “che, me ha gustado, te felicito”, me resulta más fácil escribir una copla, en sextilla, la medida del Martín Fierro.  Y entre todos los homenajes que voy haciendo ya van cerca de los cien. Y así empecé, copleando, me resulta muy fácil. Y al principio no podía salir de la musicalidad, del canto. Como decía mi amigo Walter Adet, “vos ya tenés la rata en la lata”, por la rima...

  • Usted tiene una amplia trayectoria en varias disciplinas ¿ cómo conjugó cada una de estas actividades (aparentemente tan dispares) con la literatura?

Toda vida bien empleada es una larga vida. A la vida hay que emplearla bien, hay que gozarla en todos los sentidos. Si te gusta pintar, pintá, si te gusta comer chocolate, comé chocolate... Ahora sí, cuando uno es viejo se tiene que moderar de todo, por ejemplo, si te gustaba tomar café, ahora tomá uno... ¡o ninguno!.

  • ¿Y lo de la narrativa cómo surge?

Por fantasioso, por “mentiroso”, podríamos decir. Yo a mis nietos les contaba cosas, y alguien me dijo una vez “che, por qué no lo escribís...” Así surgió, jugando con mis nietos, los que ahora ya han crecido.  Y bueno, me divierto haciendo esas cosas . Y siempre que me presentaba a un concurso era por el atractivo de que me hagan el libro. Otra cosa que tuvo que ver es que yo fui fundador del Coro polifónico... y por ahí hacía algún cantito... Por ahí encontré cosas que escribí antes y no estaban tan mal, porque cuando uno se ve a la distancia descubre otras cosas...

Y para el cuento, para la copla, hay que tener cierta picardía, cierta habilidad.  Me doy cuenta que cuando no tiene gracia no funciona. Podemos decir “tiene menos humor que una babosa”. Y lo mismo en el cuento, hay que ponerle esa pizca... hay que tener la habilidad para producir el humor.

Y a mí en el cuento me gusta con final. Yo no voy con eso moderno de que el cuento no tiene final y te dicen bueno, es que hay que completarlo... Yo si no tengo el final no escribo el cuento. Al cuento lo hago de atrás para adelante, yo teniendo el final voy armando. Después voy, vuelvo, voy, vuelvo, siempre sin tratar de “deschavarme”, y poniéndole un título que tampoco evidencie el final del cuento. Me gusta que me sorprenda, y justamente con mis cuentos breves trato de que se produzca eso.

Pero cuando uno ya lo ha hecho dice “¡qué ganas tengo de cambiarlo!”, y uno está pendiente de modificar, por eso cuando alguien está por editar le digo “leélo muchas veces y corregilo más veces, pero no lo largués así nomás porque te va a pesar después”.

  • ¿Y cómo nace lo de los cuentos breves?

Entre los cuentos grandes, largos, tengo cosas que me cuentan, cosas que son vivencias... Pero de los cuentos breves ni sabía de su existencia. Pero una vez, me encuentro con esas publicaciones tamaño diario que salen, de esas que si pasan del tercer número ya está, porque siempre mueren antes. Y me regalan una y encuentro un cuento de un  tucumano, Osvaldo Fassolo, y me impacta de tal forma que de repente leí y digo “esto es lo que yo quiero hacer”.

Por ejemplo, yo pinto acuarelas desde hace 30 o 40 años, y mi maestro Felipe Catalán, me decía "mirá Cacho, cuando uno hace un cuadro, hace otro, otro, y al octavo ya va saliendo lindo, como pa vendé..." En la cuestión de la experimentación, ahí está la cosa. A mí me sorprende, porque por ejemplo en un diario que me acaba de traer un contador, hay una página que habla de Salta, de San Lorenzo y de Cafayate. Y cuando habla de Cafayate termina con unas sextillas que yo hice. Claro, me sorprendió. Uno hace algo pero no sabe lo que va a pasar después, adónde va a ir.

Y estuve en muchos actos, por ejemplo uno en el que estuvo el presidente de la Academia de Letras, y ahí todos leían poemas y yo no tenía nada, y dije que iba a leer, pero dije que eran cuentos. Y de repente leo un cuento y gusta. Y leo otro y re- gusta, y otro, y otro, y me doy cuenta que gusta. Y el cuento breve es mi caballito de batalla porque me hace quedar bastante bien. Tiene la particularidad de que yo no sé hasta cuándo deja de ser cuento para ser poesía o cuándo es cuento breve y no poesía.  

  • ¿En qué libro está trabajando ahora?

Tengo un trabajo hecho, que me pidieron que publique porque me dijeron que puede resultar muy interesante para el alumnado. Son frases hechas, es decir, las parientes pobres de los refranes, de los proverbios. Esas cosas que la gente cita constantemente y que  aclaran el panorama.

Y hago una comparación con el cuento breve, con la poesía breve, con el haiku, con frases picarescas, con los letreros de atrás de los camiones,  con miles de cosas, y siempre a alguno le encuentro alguito, algo de frase hecha. Las frases hechas no son refranes porque no llegan a ser refranes como por ejemplo “ya le está picando el bagre”, “un lío de la gran siete”, “sacarle el jugo”, “desde que el mundo es mundo”. Estamos llenos de esas frases, y por ahí no nos damos cuenta.

Pero yo sigo teniendo vergüenza de escribir. Siempre pienso que no llego a nadie, pero ya cuando veo que alguien se ha tomado el trabajo de ponerme en una Antología, ahí veo que me tienen en cuenta. Pero me sorprende, porque yo hablo y hablo pero sigo siendo coya...



Lucila Lastero

Un par de cuentos breves de CÉSAR ALURRALDE:

TELEFONÍA CELULAR

Como excelente especímen del momento moderno en que le tocaba vivir, llevaba en su cintura un par de teléfonos celulares. Hacía alarde de estar compenetrado con la electrónica computarizada y digital de última generación. Por uno de sus teléfonos se llamaba. Por el otro, se atendía.


 OLVIDO

Busco a mi perro que lo apodamos "Olvido", cuyo mote jamás recuerdo. Mi mujer le colgó del cogote un collar con la palabra "Olvido", para ayudarme. Todo resultó en vano, pues el perro se lo pasa en la calle. Yo en casa, y con mi falta de memoria traté de llamarlo por su nombre que siempre olvido, aunque de sólo pensarlo, él viene.