16 septiembre 2018

El perfume de los naranjos




Mi abuela no  sabía escribir su nombre.
Un  alfabeto personal  le daba forma
a todas las cosas:
árboles
pájaros
gallinas ponedoras
once hijos.

Sabiduría era
conocer  el relincho que presagia la tormenta
distinguir la fruta más dulce después de la helada.

Yo, que estudié Letras
viví en la ciudad
y no tuve  hijos,
corto al medio una naranja
y en algún triángulo de pulpa
soy mi abuela por un rato.

Una naranja es  un sol a la hora del crepúsculo. 
La dulzura jugosa  conserva  el perfume
de las hojas húmedas después de la helada.
Puro sabor
sin letras
sin palabras.

01 septiembre 2018

Los barcos que empuja el azar

Él se lo repitió. El viaje en barco había sido tan irreal como los sueños. Para convencerla, buscó el libro y abrió frente a ella la página en la que se mencionaba ese lento vaivén de la nave sobre las aguas dormidas. Aquellas líneas hablaban, también, de la cabeza de Medusa petrificada en la proa, de la brisa suave acunando el barco. Pura invención.

Ella no lo escuchaba. Veía, sobre la mesa, en las páginas del libro abierto, un barco sacudiéndose sobre las olas furiosas. Veía la proa rasguñando el agua, cortando el cielo.

Él se fue y ella se quedó sola, pensando en la luna remontándose de a poco sobre la cabeza de Medusa electrizada de mar. En la pared de atrás, la foto enmarcada de un barco resplandecía como un faro.