La
siesta provinciana
Vengo de una provincia
de siestas blandas y suaves
días partidos al medio
tardes de horas puestas
a secar en la soga
del patio de atrás.
A los seis años
el tiempo de robar las galletitas
de la caja de arriba
sin ruidos ni huellas.
Mamá no sabe. Duerme.
La siesta es
un paréntesis en la mitad
de una frase enrevesada.
La pausa necesaria para tomar aire
y amanecer otra vez.
La ciudad suspendida
entre los pliegues de la almohada.
Y qué si la vida es un montón de siestas
que robó una mano chiquita
de la caja negra de los mandados
y qué si la muerte es una siesta larga
de la que nadie te venga a
despertar.