¿Vieja, yo?
No estoy vieja.
No porque se me hayan caído encima
unos tantos años
aplastándome algunas osadías
y un par de ansiedades.
No por desandar mis errores
en los parajes de los recuerdos
o por ver a los jóvenes
mirarme tras el espejo reluciente
de sus pieles tersas.
No estoy vieja.
Si hasta compré un resorte
para cada pedazo de mi cuerpo
y un recipiente descartable
para todas las lágrimas.
Si hasta las canas nuevas
me crecen con tintura.
Y cada día que se apaga
me saluda con la cara de la Muerte
pero yéndose cada vez
más lejos.