El célebre escritor salteño, que además se desenvuelve en varias disciplinas artísticas, habló de literatura, de sus géneros literarios preferidos y de sus proyectos.
César Antonio Alurralde nació en Salta en 1930. Fue fundador del Coro Polifónico provincial,
coordinador de la Comisión de Cultura de FERINOA, dirigente del Club de fútbol
Juventud Antoniana, Director General de Administración del Ministerio de
Economía, profesor en varios colegios secundarios, entre otras múltiples
actividades. Algunos de sus libros son "Nubes al garete"
(1978- poesía), "La casa de los sueños" y " Pájaros del
Alba" (1981-poesia), "Cuentos breves" (1984-cuentos brevísimos),
"Los Nadies" (1986 –cuentos)-, "Historia del Instituto
Provincial de Seguros" (1986 –historia). Fue ganador por cuatro veces del Primer premio del Concurso
Anual de la Dirección General de Cultura de la Provincia de Salta y también
ganador, por cuatro veces, del Premio Latinoamericano de la Fundación Givre. Además, tiene otra treintena de premios convocados en Salta
y otras provincias argentinas. Hoy, a los 80 años y retirado de algunas de sus actividades (nunca de
las artísticas, según él mismo explica), vive en una apacible casa, a unas
cuadras nada más del Monumento al héroe gaucho salteño.
La mayoría de las producciones literarias de este autor
sigue la línea de lo popular: las coplas, los haikus, los cuentos breves. Dice
que lo que busca es llegar a la gente, y para eso se precisa evitar la
dificultad y permitir hacer sentir el
poder de las palabras y de las historias, siempre mediante la musicalidad y el
humor cotidiano.
¿Cómo descubre su vocación literaria?
Yo diría que he empezado
copleando. Por ahí me regalan un libro, y en vez de agarrar el teléfono y
decirle “che, me ha gustado, te felicito”, me resulta más fácil escribir una
copla, en sextilla, la medida del Martín Fierro. Y entre todos los homenajes que voy haciendo
ya van cerca de los cien. Y así empecé, copleando, me resulta muy fácil. Y al
principio no podía salir de la musicalidad, del canto. Como decía mi amigo
Walter Adet, “vos ya tenés la rata en la lata”, por la rima...
Usted tiene una amplia trayectoria en varias disciplinas ¿ cómo conjugó cada una de estas actividades (aparentemente tan dispares) con la literatura?
Toda vida bien empleada es
una larga vida. A la vida hay que emplearla bien, hay que gozarla en todos los
sentidos. Si te gusta pintar, pintá, si te gusta comer chocolate, comé
chocolate... Ahora sí, cuando uno es viejo se tiene que moderar de todo, por
ejemplo, si te gustaba tomar café, ahora tomá uno... ¡o ninguno!.
¿Y lo de la narrativa cómo surge?
Por fantasioso, por
“mentiroso”, podríamos decir. Yo a mis nietos les contaba cosas, y alguien me
dijo una vez “che, por qué no lo escribís...” Así surgió, jugando con mis
nietos, los que ahora ya han crecido. Y
bueno, me divierto haciendo esas cosas . Y siempre que me presentaba a un
concurso era por el atractivo de que me hagan el libro. Otra cosa que tuvo que
ver es que yo fui fundador del Coro polifónico... y por ahí hacía algún
cantito... Por ahí encontré cosas que escribí antes y no estaban tan mal,
porque cuando uno se ve a la distancia descubre otras cosas...
Y para el cuento, para la
copla, hay que tener cierta picardía, cierta habilidad. Me doy cuenta que cuando no tiene gracia no
funciona. Podemos decir “tiene menos humor que una babosa”. Y lo mismo en el
cuento, hay que ponerle esa pizca... hay que tener la habilidad para producir
el humor.
Y a mí en el cuento me gusta
con final. Yo no voy con eso moderno de que el cuento no tiene final y te dicen
bueno, es que hay que completarlo... Yo si no tengo el final no escribo el
cuento. Al cuento lo hago de atrás para adelante, yo teniendo el final voy
armando. Después voy, vuelvo, voy, vuelvo, siempre sin tratar de “deschavarme”,
y poniéndole un título que tampoco evidencie el final del cuento. Me gusta que
me sorprenda, y justamente con mis cuentos breves trato de que se produzca eso.
Pero cuando uno ya lo ha hecho dice “¡qué ganas tengo de cambiarlo!”, y uno está pendiente de modificar, por eso cuando alguien está por editar le digo “leélo muchas veces y corregilo más veces, pero no lo largués así nomás porque te va a pesar después”.
¿Y cómo nace lo de los cuentos breves?
Entre los cuentos grandes, largos, tengo cosas que me cuentan, cosas que son vivencias... Pero de los cuentos breves ni sabía de su existencia. Pero una vez, me encuentro con esas publicaciones tamaño diario que salen, de esas que si pasan del tercer número ya está, porque siempre mueren antes. Y me regalan una y encuentro un cuento de un tucumano, Osvaldo Fassolo, y me impacta de tal forma que de repente leí y digo “esto es lo que yo quiero hacer”.
Por ejemplo, yo pinto acuarelas desde hace 30 o 40 años, y mi maestro Felipe Catalán, me decía "mirá Cacho, cuando uno hace un cuadro, hace otro, otro, y al octavo ya va saliendo lindo, como pa vendé..." En la cuestión de la experimentación, ahí está la
cosa. A mí me sorprende, porque por ejemplo en un diario que me acaba de traer
un contador, hay una página que habla de Salta, de San Lorenzo y de Cafayate. Y
cuando habla de Cafayate termina con unas sextillas que yo hice. Claro, me
sorprendió. Uno hace algo pero no sabe lo que va a pasar después, adónde va a
ir.
Y estuve en muchos actos, por ejemplo uno en el que estuvo el presidente de la Academia de Letras, y ahí todos leían poemas y yo no tenía nada, y dije que iba a leer, pero dije que eran cuentos. Y de repente leo un cuento y gusta. Y leo otro y re- gusta, y otro, y otro, y me doy cuenta que gusta. Y el cuento breve es mi caballito de batalla porque me hace quedar bastante bien. Tiene la particularidad de que yo no sé hasta cuándo deja de ser cuento para ser poesía o cuándo es cuento breve y no poesía.
¿En qué libro está trabajando ahora?
Tengo un trabajo hecho, que
me pidieron que publique porque me dijeron que puede resultar muy interesante
para el alumnado. Son frases hechas, es decir, las parientes pobres de los
refranes, de los proverbios. Esas cosas que la gente cita constantemente y
que aclaran el panorama.
Y hago una comparación con
el cuento breve, con la poesía breve, con el haiku, con frases picarescas, con
los letreros de atrás de los camiones,
con miles de cosas, y siempre a alguno le encuentro alguito, algo de
frase hecha. Las frases hechas no son refranes porque no llegan a ser refranes
como por ejemplo “ya le está picando el bagre”, “un lío de la gran siete”,
“sacarle el jugo”, “desde que el mundo es mundo”. Estamos llenos de esas
frases, y por ahí no nos damos cuenta.
Pero yo sigo teniendo
vergüenza de escribir. Siempre pienso que no llego a nadie, pero ya cuando veo
que alguien se ha tomado el trabajo de ponerme en una Antología, ahí veo que me
tienen en cuenta. Pero me sorprende, porque yo hablo y hablo pero sigo siendo
coya...
Lucila Lastero
No hay comentarios:
Publicar un comentario