Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba ahí. Quién sabe cuánto tiempo más se quedaría...
No le importó estar descalzo y en pijamas. Tampoco le dio importancia a un eventual castigo de su madre. Saltó de la cama y salió corriendo a abrazar, una vez más, al simpático Barney.
No le importó estar descalzo y en pijamas. Tampoco le dio importancia a un eventual castigo de su madre. Saltó de la cama y salió corriendo a abrazar, una vez más, al simpático Barney.
4 comentarios:
Qué este año tampoco nos importe nada y la pasemos abrazando a nuestro dinosaurio. Te dejo besos y caramelos.
M
Disculpa la intromisión... me ha hecho gracia este modo tuyo de continuar el famoso relato de Monterroso. Aunque, lo siento, sigo prefiriendo el original.
Un saludo,
Mayte
Entrométase nomás que para eso estamos... Bienvenida!
Y claro que hay que preferir el cuento original! éste fue solo para divertirme un rato con la inclusión en un relato de uno de los "juguetes infantiles posmodernos" de estos tiempos...
Saludos
jajaja, buenísima la vuelta de tuerca al clásico y corto cuento.
Que sigas bien.
M
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