Era más tarde que de costumbre, pero acababa de levantarme de dormir y estaba preparándome para salir.
Pero entonces fue cuando me miré en el espejo del living y... ¡no vi mi imagen!. Horrorizado y aún con pijama, corrí hasta el pasillo del edificio, me paré frente al espejo del ascensor y ahí me vi, por fin, entero y aliviado.
Enfurecido, desmonté el pesado espejo del living, lo cargué en el auto y recorrí 100 Kilómetros. Cuando llegué al descampado, saqué el hacha y lo rompí en mil pedazos.
Ya en paz, regresé a mi departamento y terminé de acicalarme para salir a comer.
Ni loco rompía el espejo en mi casa. No fuera que quedara por ahí alguna astilla suelta, y pudiera lastimarme un ala.
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