31 octubre 2016

Taxi


En Salta, los que tenemos auto rojo convivimos con el problema de que nos paren por la calle creyendo que somos un taxi.

El jueves pasado, a las once de la noche, mientras pasaba con mi auto por la calle General Güemes al  800, vi, como tantas veces, el brazo en alto de una mujer. Como tantas veces, no paré, pero alcancé a distinguir la figura de otra mujer que apareció por detrás de la primera, de un manotazo se le prendió de la parte trasera del buzo y la tironeó con fuerza. Asistí a las últimas imágenes de la pelea por el espejo retrovisor. Eran dos chicas jóvenes. Una de ellas tironeaba y pegaba con más rabia; la otra trataba de defenderse.

Paré. Estaba a unos metros y no alcanzaba a ver a las chicas por los autos estacionados delante de ellas. Comencé a retroceder lento. Pensaba llamar al 911 si lograba ver que la pelea seguía.

De repente vi que la chica que me había hecho señas (a esta altura ella era “la agredida” y, la otra, “la agresora”) había cruzado la calle corriendo y se había escondido detrás de una chapa vertical que protegía una obra en construcción. Ahora estaba frente mío, a unos pocos pasos atravesando la calle.

Entonces decidí que no siempre tengo que ser tan lenta para reaccionar ante las situaciones engorrosas. Tras un ramalazo de extraña lucidez, tuve una idea: hacerme pasar por taxi. Toqué bocina y, cuando la chica me miró, hice un gesto con la mano para que subiera. La chica llegó corriendo, pero cuando estaba a punto de subir, apareció la agresora. Imaginé una escena en la que la agresora se tiraba sobre los asientos delanteros de mi auto y nos agarraba a  piñas y a arañazos a mí y a la chica agredida. Pero nada de eso pasó. La agresora dijo algo, la agredida también dijo algo que no alcancé a escuchar y luego subió al asiento de adelante. La chica agresora dio media vuelta y se fue. Mi ahora copiloto estaba agitada y aterrorizada. Temblaba. Comenzamos a andar y recién a las cinco cuadras pudo decirme dónde vivía. Era para el otro lado.

-          Gracias por salvarme. No es la primera vez que me pega. Esa chica está loca. Hoy fue peor. Parece que no tomó la pastilla - me dijo. Y fue lo único que pronunció sobre el caso.

La dejé en la puerta de su edificio y me fui. Al llegar a casa, pensé en que a veces está bueno ser un poco taxi.  Durante el trayecto hasta mi casa, no pude pensar en nada. Me costaba aferrarme al volante; temblaba.

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