20 febrero 2017

EL REMEDIO PARA RESPIRAR


Iba con mi papá por un caminito escarpado. Tenía 9 años. Subíamos un cerro pequeño de Cachi, un pueblo calchaquí de la provincia de Salta. Íbamos en busca de una vaca lechera.
Mis padres ya habían probado con el Decadrón, la Teosona, el Respimex, el vapor de eucaliptus, el té de penca, el vino Abuelo con huevo crudo por las mañanas,  pero yo no me curaba. Un día escucharon que para terminar con el asma lo mejor era  darle de beber, al  afectado, un vaso de  leche "al pie de la  vaca". Por eso fuimos con papá, durante esas vacaciones en Cachi, en busca de la vaca lechera que me iba a curar.
Había una casita en la cima, un corral grande con animales, una vaca negra y blanca, como las de los dibujitos. Un señor la ordeñó y me alcanzó un vaso de plástico con el líquido caliente. La leche era un torrente de sal espesa y grasosa. No recuerdo si tomé el vaso entero.
A los 14 años tuve mi último ataque de asma. Un día iba a curarme, y me curé.  Mis padres y sus artilugios para terminar con mi asma me enseñaron que es necesario hacer todo lo posible para tratar de estar bien, para curarse. Sé que tengo que salir siempre en busca de la vaca lechera,  por más que el cerro esté lejos y sea un poco difícil de subir. Sirve para curarse por dentro, para respirar al fin.

Pintura de DIDIER FRANCO (Colombia, 1974)  
 

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